CONJUNTO RESIDENCIAL | Viena, Austria | Concurso Internacional | 1º Premio
# arquitectura transreal
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“Mein haus ist mein Burg und mein garten” (Mi casa es mi castillo y mi jardín)
Este supuesto dicho popular austríaco –así nos fue transmitido erróneamente ya que en realidad omite la segunda parte- nos introduce de pleno en la cultura doméstica vienesa. La importancia del jardín como lugar de expresión máxima de la subjetividad así como la omnipresencia de los espacios comunes interiores en los edificios de viviendas nos presentan una primera imagen nítida de la cultura residencial local.
Utilizando otra imagen característica de Viena aunque sólo apreciable desde cierta altura, la de los campos de cultivo que rodean la ciudad y que ha construido su historia más reciente así como cierto prestigio en la producción de vino, nos proponemos establecer unas nuevas reglas de juego cuyo fin sea la generación de nuevos significados en torno a lo doméstico y lo residencial a partir de la manipulación de todas estas imágenes.
Y todo ello en un contexto post-industrial sometido a un proceso de regeneración urbana en el que fábricas, almacenes y edificios de oficinas poco a poco dan paso a nuevos complejos residenciales. El solar en cuestión, dada su localización estratégica adyacente a la parada del U-Bahn, tiene la vocación desde el principio de convertirse en una especie de “nuevo centro” del barrio. De hecho, es el punto de paso obligado de las miles de personas que viven en la nueva zona residencial situada en la parte este de la línea de metro. Esta es la razón principal por la que el proyecto construye una diagonal peatonal interior que conecta el tejido residencial este con la parada de metro en una secuencia de distintos espacios públicos: spielplatz (zona de juegos infantil), montaña, parque, pasaje y plaza.
Con todo esto y volviendo a lo anterior, como primera estrategia “lúdica” proyectual una gran parte de los típicos jardines privados se colocan ahora juntos sin separaciones y en un gran plano horizontal (como una reproducción a pequeña escala de los campos de cultivo que rodean a la ciudad) formando la cubierta de un primer piso que coloniza casi la mitad de la superficie. Éste pasa a ser el gran espacio social del proyecto en el que los habitantes son “forzados” a encontrarse. El segundo espacio social del proyecto se sitúa en los espacios entre medias de las viviendas en el primer piso (coloquialmente bautizado como nube ya que está flotando sobre la planta baja). Éste se construye como un típico tejido urbano compacto de calles, plazas, esquinas, umbrales… en donde los habitantes podrán celebrar la cotidianeidad colectiva o individual. Y el tercer espacio social es el gran parque urbano que sigue el trazado de la línea de media tensión que cruza el solar a modo de colchón mental y físico con respecto a las viviendas.
Quedan así conformados los 3 niveles del proyecto, cada uno caracterizado por una redefinición de ciertas figuraciones típicas de la cultura local o arquitectónica nuestra:
Planta Baja: a diferencia de los conjuntos residenciales vecinos en los que los jardines privados conforman la mayor parte de todo lo que no es edificación, éste es un espacio totalmente abierto a la ciudadanía y en la que el espacio público se “activa” por la colocación estratégica de los distintos espacios comunes y comerciales del proyecto así como de las “home extensions,” lugares donde realizar otro tipo de actividades vinculadas al hogar: talleres, salas de ensayo, despachos… en definitiva espacios no reglados vinculados a su subjetividad de sus usuarios.
“La Nube” (o primer piso): la línea elevada de metro deja por debajo este piso. Bloqueadas las posibles vistas decidimos importar una tipología arquitectónica característica de nuestra cultura mediterránea y que toma el cielo como principal punto exterior de referencia: la casa patio.
Torres: una vez superada la línea de metro y liberadas las vistas, 4 torres colonizan la vertical inclinando aquellas fachadas que dan a la línea eléctrica, buscando así minimizar el impacto mental de su presencia. Estas son, sin duda, la parte más visible del proyecto. Existe cierta tradición local de pintar cualquier fachada en color para “superar” la tristeza ambiental “blanca y gris” de los meses fríos. Sin embargo, la paleta de colores está limitada a colores medios y/o pasteles por lo que decidimos introducir otra pequeña novedad: utilizar un color primario, el amarillo, y que además está presente en el logo de la empresa promotora. Tal vez esta sencilla decisión ha permitido que nuestro ídolo local el arquitecto Harry Glück las haya bautizado como los “limones.”
No obstante, esta separación radical del proyecto en tres niveles tiene otra lectura más allá de dar una respuesta radical a las condiciones físicas del solar: dar una respuesta igualmente radical al problema de la densidad media europea planteado por la cultura arquitectónica dominante. Frente a la imagen característica de bloques lineales de 4-5 alturas que invade la periferia vienesa de densidad media, jugamos con la superposición de opuestos: edificación horizontal + edificación en altura.
Así pues, siguiendo nuestra filosofía de jugar con la “cultura” (en su sentido más amplio) para aproximarnos a la ecología (nuestro campo de trabajo) de una forma diferente, estamos modificando imágenes propias características (el jardín, los campos de cultivo, el bloque lineal, la paleta de colores…) para generar nuevos significados capaces de generar una nueva identidad. Sin embargo, con el propósito de alejarnos de una visión nostálgica de la identidad, entendemos que la manera principal de construirla es a través de la acción de sus habitantes. Por esta razón, el gran campo de cultivo que conforma la cubierta tiene vocación de convertirse en un espacio social multi-relacional. En definitiva, buscamos que esta nueva identidad -creada a partir de la reapropiación de figuraciones pertenecientes al imaginario colectivo y que la gente toma como propias puesto se reconoce en ellas (sostenibilidad cultural)- sea capaz de catalizar situaciones no predeterminadas que enriquezcan y mejoren la calidad de vida de sus habitantes y ciudadanos (sostenibilidad social).
Estos nuevos espacios de encuentro, por una parte, y esta nueva imagen característica, por otra, convertirán el proyecto en un lugar que pasará a formar parte del imaginario colectivo del barrio y que, a su vez, estará dotado de cierto grado de urbanidad. Esta doble estrategia busca favorecer la permanencia y encuentro de personas disminuyendo, así, la necesidad de desplazarse, en coche o metro, a otros puntos de la ciudad en busca de “lo urbano” (sostenibilidad medioambiental).
Conscientes de estos objetivos, la gestión creativa del presupuesto de 1200€/m2 (que es la cantidad máxima subvencionable para la construcción de vivienda social) pasa por asumir un desequilibro económico razonable a favor de partidas como la cubierta vegetal roturada, los espacios comunes intermedios de la nube, la inclinación de 2 fachadas en las torres, la introducción de patios o una pequeña diversificación en las zonas verdes. Entendemos que romper una situación residencial estándar a favor de la creación de ciertos “extras” (sostenibilidad económica) no sólo contribuye a la mejora de la calidad de vida de sus habitantes sino de la calidad urbana mental, subjetiva y social del barrio y sus vecinos.
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